Son sucesos cósmicos, donde la luz de las luminarias mayores del cielo por un tiempo dejan de manifestar su brillo, hecho que impacta a todos los reinos y seres que habitamos en este plano y por ende a la consciencia colectiva y también la individual, no han de pasar desapercibidos para quienes con consciencia notan que al no ver lo cercano por ocultarse su luz, el trasfondo cósmico se hace evidente y asequible a quién esté consciente y descubre la manera de resonar con esta gran oportunidad.
Sabemos que durante un eclipse se “apagan” por unos minutos la luz del Sol o la Luz de la Luna, hecho que ocurren por lo general con una distancia de 14 días entre uno y otro hecho, periodo que se torna propicio para esa toma de consciencia con algo desconocido y distante, sin embargo, posible y maravilloso.
También es cierto que, para muchos, producto de nuestra consciencia humana separada, equivale a apagar momentáneamente la personalidad, el pequeño yo, siendo sentido como inestabilidad, perdiendo cierta sensación de estructura y de estabilidad en algún nivel particular de la vida.
Al tiempo, para otros, se abre una oportunidad de ver, observar y conocer lo que antes no era posible y que siempre ha estado ahí. Durante el eclipse entonces podemos contactar con el emerger de la luz radiante del Ser, del Plan mayor del cosmos que a todos nos incluye a la vez también y nos permiten
tomar consciencia de nuestras sombras personales y colectivas.